Estrategias

La paradoja de BIM: se trata de datos, no de dibujos

La paradoja BIM en la actualidad viene de la mano a que hemos digitalizado las herramientas, pero no nuestra forma de pensar. Un reciente comentario en el ZIGURAT Summit encendió una conversación necesaria y urgente en la comunidad de la arquitectura, ingeniería y construcción (AEC), destapando una verdad incómoda: sin una estrategia de datos inteligente, BIM se arriesga a ser simplemente, un método de dibujo digital caro.

Llevamos más de una década implementando softwares, capacitando equipos y adaptando nuestros flujos de trabajo a esta metodología que prometía revolucionarlo todo. Hemos creado modelos 3D de una complejidad y belleza asombrosas, capaces de detectar colisiones con una precisión milimétrica. Y sin embargo ¿hemos cambiado realmente la manera en que concebimos y gestionamos la información de un proyecto? ¿O simplemente hemos encontrado una forma más sofisticada de hacer lo mismo que hacíamos con el CAD?

Esta es la paradoja de BIM en la actualidad. Invertimos en tecnología de punta para resolver un problema, pero a menudo, estamos enfocando la tecnología al problema equivocado. El verdadero desafío no reside en modelar una viga o un muro con mayor detalle, sino en comprender y estructurar la información que ese elemento representa. La reflexión es clara: «No se trata de mejor software de modelado o máquinas más rápidas, se trata de una mejor arquitectura de datos».

Sesgo analógico en un mundo digital

Pensemos por un momento en nuestros procesos tradicionales. Un proyecto era una colección de documentos: planos, memorias, mediciones, pliegos. Cada uno vivía en su propio silo. Un cambio en un plano de planta requería una actualización manual en el de alzados, en el de secciones, en las mediciones… un proceso lento y propenso a errores.

BIM prometió solucionar esto creando una única fuente de verdad. Pero, ¿lo hemos logrado? La mentalidad de «archivos y carpetas» que heredamos del mundo analógico y de los primeros sistemas informáticos sigue profundamente arraigada. Organizamos nuestros modelos, nuestras familias y nuestros datos como si fueran documentos estáticos. Exportamos e importamos archivos, creamos innumerables versiones y en el fondo, seguimos gestionando contenedores de información en lugar de la información misma.

La pregunta que debemos hacernos es: ¿estamos pensando en términos de relaciones y dependencias? Cuando modelamos un pilar estructural, ¿nuestro sistema entiende únicamente que es «un pilar de 40×40 cm de hormigón HA-30» un objeto con una geometría y un nombre de material? ¿O es capaz de interpretar que ese pilar soporta una carga específica que depende de las cinco plantas que tiene por encima, que su armado de acero responde a un cálculo preciso, que su tiempo de curado de 28 días es un hito crítico que define el avance de la obra, que su huella de carbono incorporada es un dato clave para la certificación de sostenibilidad del edificio y que su posición exacta obliga a desviar tres conductos principales del sistema de climatización en el falso techo?

Cuando el modelo responde solo a la primera pregunta, tenemos dibujo digital. Cuando es capaz de responder a la segunda, empezamos a hablar de verdadero Building Information Modeling.

El sistema nervioso del proyecto

Aquí es donde el concepto de «arquitectura de datos» deja de ser una abstracción para convertirse en el pilar fundamental de un BIM eficaz. Imaginar la arquitectura de datos no como un archivador digital, sino como un sistema vivo, un sistema nervioso para nuestro proyecto. En este sistema, cada dato tiene relaciones, dependencias y requisitos que evolucionan a lo largo del ciclo de vida del edificio.

Diseñar esta arquitectura implica hacernos preguntas estratégicas antes incluso de trazar la primera línea del modelo: ¿Qué información es crítica para cada fase del proyecto? ¿Quién la genera? ¿Quién la necesita y en qué formato? ¿Cómo se valida su calidad? ¿Cómo garantizamos que un cambio en un dato (como la resistencia al fuego de un panel) se propague de forma automática y fiable a todos los demás datos que dependen de él (coste, peso, especificaciones acústicas, etc.)?

Este enfoque traslada el centro de gravedad del «qué modelamos» al «por qué lo modelamos». El objetivo ya no es tener una maqueta 3D perfecta, sino un ecosistema de información robusto y fiable que sirva de soporte para la toma de decisiones, desde el diseño conceptual hasta la operación y mantenimiento del activo.

La lección de la manufactura

La industria manufacturera, enfrentada a una complejidad logística y de producción similar, resolvió este problema hace décadas. Nadie en una fábrica de automóviles concibe el chasis, el motor y la electrónica como archivos separados que se «coordinan» al final. Trabajan con un «Bill of Materials» (BOM) integrado, un sistema de datos donde cada componente, desde el tornillo más pequeño hasta el bloque del motor, tiene una identidad, unas relaciones y unas dependencias claras que afectan a la cadena de suministro, al ensamblaje y al control de calidad.

¿Por qué en la construcción, donde los errores cuestan millones y la seguridad es primordial, seguimos aceptando una gestión de la información fragmentada? ¿Cómo sería un proyecto de edificación si adoptáramos una mentalidad similar, donde nuestro modelo BIM fuera el origen de una «lista de materiales y datos» viva y conectada?

Preguntas que deberíamos hacer

El camino para salir de la paradoja del dibujo digital caro no pasa por comprar un nuevo software o un ordenador más potente. Es un cambio cultural y estratégico. Requiere que los líderes de los proyectos, arquitectos, ingenieros y constructores, dejen de delegar «lo de BIM» a un especialista y se involucren en la pregunta fundamental: ¿qué queremos que nuestros datos hagan por nosotros?

Implica dejar de medir el éxito de BIM por el nivel de detalle de un modelo y empezar a medirlo por la calidad y la inteligencia de la información que contiene. Un modelo puede ser visualmente simple, pero inmensamente rico en datos que automaticen cálculos, validen normativas, optimicen la planificación y faciliten la futura gestión del edificio.

La próxima vez que inicie un proyecto, quizá la primera reunión no debería ser sobre volúmenes y formas, sino sobre la estructura de la información. La conversación debe girar en torno a preguntas que nos obliguen a repensar nuestra metodología:

¿Qué pregunta clave sobre la operación y mantenimiento del edificio no le estamos haciendo hoy a nuestro modelo? ¿Cómo sería nuestro proceso de diseño si empezáramos por definir la arquitectura de datos antes que la arquitectura física? ¿Qué única pieza de información, si estuviera conectada a todo el proyecto, transformaría nuestra manera de trabajar?

Y la pregunta final, la que esa reflexión inicial nos lanza directamente: Para usted ¿qué aspecto tienen realmente los datos de calidad?

La respuesta a esa pregunta definirá si seguimos siendo dibujantes digitales o si, por fin nos convertimos en verdaderos arquitectos de la información.